22/12/2016
Estos días está habiendo una polémica en las redes por un monólogo de Ana Morgade sobre adopción con la que no estoy muy de acuerdo. Cierto es que hay frases que sacadas de contexto y de malas maneras pueden ser ofensivas, pero me parece que no debemos olvidar que se trata de un monólogo, y por tanto busca la comicidad en la ironía, la ridiculización y la exageración de acontecimientos más o menos mundanos.
Vaya por delante que hace tiempo el ex de una amiga nos dijo a la cara que "la sangre era la sangre", refiriéndose por tanto a que la nuestra era una paternidad de segunda y dejando claro que para él no era una opción (¡bienaventuradas las criaturas que no tendrán que tenerle como papi!), y no me levanté de la mesa por educación y por mi amiga, y porque no es más que un becerro y, en todo caso hay que apenarse por él. Eso sí es grave, que haya zopencos así diciendo estas cosas por ahí alegremente. Pero precisamente es para lidiar con estos ejemplares para lo que hay que preparar a nuestros hijos, y que se sientan tan amados e integrados, tan "normales" y con un vínculo tan fuerte y una identidad tan clara que sentencias de este tipo resbalen por ellos sin dejar herida alguna.
Pero no he encontrado nada hiriente en la actuación de Morgade quien, por cierto, me encanta, a no ser que me empeñe en tomármelo así. De hecho ese chiste que da título al monólogo se lo hizo el padre de Jorge ¡a la trabajadora social! Y obtuvimos la idoneidad dos veces, para la adopción internacional y la nacional. Pero sí, como leéis, el tío lo soltó en una de las entrevistas que esta profesional nos hizo en el salón para evaluar si nosotros y nuestra casa reuníamos las condiciones óptimas para criar a un bebé. Yo casi le fundo con la mirada por miedo a que ella no entendiera que era humor sano, pero resulta que no sólo se rió, sino que nos felicitó por "llevar" así el tema. Que no hay que llevarlo de ninguna manera, que si queremos de verdad normalizar la adopción hay que desdramatizar lo primero de todo. Y por favor, no me cojáis con pinzas. La historia de nuestros hijos tiene una parte muy dramática (gracias a la que, por cierto, nos hacen mamás y papás), pero su vida no puede estar marcada por eso, porque vaya desgracia de existencia entonces. Creo que como madres y padres nos corresponde la tarea de enseñarles que esto no va sólo de tragedias, abandonos, desigualdades, violencia y atentados, sino que los días brillan a diario por las cosas más sencillas. Transmitirles, sí, todo el amor que les profesamos desde que sólo eran una posibilidad remota en nuestras cabezas, desde que empezamos el largo y arduo viaje interior y a veces exterior que nos llevó hasta ellos, pero también que, aunque la historia de nuestras familias sea especial y diferente, ellos no son distintos, tienen que hacer los deberes y obedecer igual que cualquier otro niño. Debemos enseñarles precisamente que no siempre se consigue lo que se quiere o, mejor dicho, que las cosas pueden llegar a costar mucho, pero que no hay que flaquear sino armarse de valor y superar los obstáculos con que se topen. Y después pasar página una vez aprendida la lección, no olvidarla, ojo, pero desde luego tampoco estancarse en el drama sino disfrutar de lo conseguido.
Eso que critican es justamente lo que nos dijo la psicóloga que impartía los cursos preparatorios obligatorios, qué ironía. Y no es una cualquiera, que se trata de Lila Parrondo que de familias adoptivas sabe mucho. Puso exactamente ese ejemplo, y pidió que no nos hiciéramos los suecos, que no obviáramos que los niños tenían rasgos diferentes, que no intentáramos pasar por alto que eran negros o chinos, "como si no pasara nada". Claro que no pasa nada, pero son africanos o chinos, o colombianos, o peruanos, o rusos, o rumanos. O de Alcorcón. Qué pasa. Nada. No hagamos nosotros que pase por exceso de celo o cuidado. ¡Si es que son diferentes a nosotros!, y es evidente y ahí reside la profundidad de nuestro amor por ellos. La certeza de que no se necesita compartir ADN para dar la vida por alguien si es preciso y llamarle familia.
No los hagamos de porcelana, revistámosles de acero por la solidez de la verdad hablada tranquilamente en casa, y así nada que les digan podrá infundirles miedo o dudas, porque éstas serán todas despejadas en su hogar, que sabrán perfectamente cuál es. No sobreprotejamos porque los haremos más débiles, paradójicamente.
Y desde esa postura, yo misma he bromeado con que el niño es de segunda mano y ¡le amo! Que nadie ose dudarlo ni llevarse las manos a la cabeza. Por supuesto es como lo de que se metan con tu hermana, tú puedes ponerla a caldo, pero que nadie más se atreva en tu presencia. Bueno, pues es bastante probable que hasta le haga bromas de este tipo cuando llegue el momento de "tú no eres mi madre", que llegará, de una forma u otra. El sentido del humor es síntoma de inteligencia, y por eso aspiro a que tenga todo tan claro y nuestra unión sea tan fuerte como para poder ver ese monólogo juntos y reírnos. Si no podemos tratar su adopción tranquilamente hasta el punto de frivolizar con ella quizá no tengamos la confianza deseada y deseable.
Yo soy la primera que me río de mis dramas particulares. He aprendido a encontrar chistosas algunas situaciones en las que me ha puesto la infertilidad. Cómo si no superar ciertas cosas, Dios mío.
No tiene nada pero nada que ver con todo lo que he sufrido hasta que he llegado a mi hijo. Ni todo lo que ha pasado mi niño hasta encontrar una familia. Nada.
Bien que nos reímos cuando el monólogo es de sexo, muerte, o infidelidades, qué sé yo. Es lo mismo. Y dicho sea de paso, quien escribió éste parece estar cercano a la adopción, desde luego es bastante concreto en ciertos aspectos. Quizá es su particular catarsis, quién sabe.
Un tío de Jorge que se ha quedado paralítico recientemente con mi edad por una caída contesta con sorna cuando se le pregunta sin mala fe "qué tal andas". Me parece reduccionista creer que Morgade o quien sea haya escrito ese guión para ofender.
NO MORE DRAMA.
Si estamos desenredando el hilo no enredemos, no nos quedemos en lo "fácil". Ayudemos a nuestros amadísimos y esperadísimos hijos a ser tan grandes personas que sepan discernir entre el zopenco de turno al que sí se le debe parar los pies y apiadarse de su pobreza de espíritu, y lo que es simple, llana y benditamente humor.
No por permitirnos la licencia de esbozar una sonrisa al oír un chiste -o pronunciarlo- sobre la manera en que llegaron nuestras vidas despreciamos sus historias, ni a ellos. Más bien acortamos ese cordón que milagrosamente nos hizo al fin encontrarnos.
Jorge, cariño mío, vienes sin garantía, pero te garantizo que no pienso -hagas lo que hagas- descambiarte.
Vaya por delante que hace tiempo el ex de una amiga nos dijo a la cara que "la sangre era la sangre", refiriéndose por tanto a que la nuestra era una paternidad de segunda y dejando claro que para él no era una opción (¡bienaventuradas las criaturas que no tendrán que tenerle como papi!), y no me levanté de la mesa por educación y por mi amiga, y porque no es más que un becerro y, en todo caso hay que apenarse por él. Eso sí es grave, que haya zopencos así diciendo estas cosas por ahí alegremente. Pero precisamente es para lidiar con estos ejemplares para lo que hay que preparar a nuestros hijos, y que se sientan tan amados e integrados, tan "normales" y con un vínculo tan fuerte y una identidad tan clara que sentencias de este tipo resbalen por ellos sin dejar herida alguna.
Pero no he encontrado nada hiriente en la actuación de Morgade quien, por cierto, me encanta, a no ser que me empeñe en tomármelo así. De hecho ese chiste que da título al monólogo se lo hizo el padre de Jorge ¡a la trabajadora social! Y obtuvimos la idoneidad dos veces, para la adopción internacional y la nacional. Pero sí, como leéis, el tío lo soltó en una de las entrevistas que esta profesional nos hizo en el salón para evaluar si nosotros y nuestra casa reuníamos las condiciones óptimas para criar a un bebé. Yo casi le fundo con la mirada por miedo a que ella no entendiera que era humor sano, pero resulta que no sólo se rió, sino que nos felicitó por "llevar" así el tema. Que no hay que llevarlo de ninguna manera, que si queremos de verdad normalizar la adopción hay que desdramatizar lo primero de todo. Y por favor, no me cojáis con pinzas. La historia de nuestros hijos tiene una parte muy dramática (gracias a la que, por cierto, nos hacen mamás y papás), pero su vida no puede estar marcada por eso, porque vaya desgracia de existencia entonces. Creo que como madres y padres nos corresponde la tarea de enseñarles que esto no va sólo de tragedias, abandonos, desigualdades, violencia y atentados, sino que los días brillan a diario por las cosas más sencillas. Transmitirles, sí, todo el amor que les profesamos desde que sólo eran una posibilidad remota en nuestras cabezas, desde que empezamos el largo y arduo viaje interior y a veces exterior que nos llevó hasta ellos, pero también que, aunque la historia de nuestras familias sea especial y diferente, ellos no son distintos, tienen que hacer los deberes y obedecer igual que cualquier otro niño. Debemos enseñarles precisamente que no siempre se consigue lo que se quiere o, mejor dicho, que las cosas pueden llegar a costar mucho, pero que no hay que flaquear sino armarse de valor y superar los obstáculos con que se topen. Y después pasar página una vez aprendida la lección, no olvidarla, ojo, pero desde luego tampoco estancarse en el drama sino disfrutar de lo conseguido.
Eso que critican es justamente lo que nos dijo la psicóloga que impartía los cursos preparatorios obligatorios, qué ironía. Y no es una cualquiera, que se trata de Lila Parrondo que de familias adoptivas sabe mucho. Puso exactamente ese ejemplo, y pidió que no nos hiciéramos los suecos, que no obviáramos que los niños tenían rasgos diferentes, que no intentáramos pasar por alto que eran negros o chinos, "como si no pasara nada". Claro que no pasa nada, pero son africanos o chinos, o colombianos, o peruanos, o rusos, o rumanos. O de Alcorcón. Qué pasa. Nada. No hagamos nosotros que pase por exceso de celo o cuidado. ¡Si es que son diferentes a nosotros!, y es evidente y ahí reside la profundidad de nuestro amor por ellos. La certeza de que no se necesita compartir ADN para dar la vida por alguien si es preciso y llamarle familia.
No los hagamos de porcelana, revistámosles de acero por la solidez de la verdad hablada tranquilamente en casa, y así nada que les digan podrá infundirles miedo o dudas, porque éstas serán todas despejadas en su hogar, que sabrán perfectamente cuál es. No sobreprotejamos porque los haremos más débiles, paradójicamente.
Y desde esa postura, yo misma he bromeado con que el niño es de segunda mano y ¡le amo! Que nadie ose dudarlo ni llevarse las manos a la cabeza. Por supuesto es como lo de que se metan con tu hermana, tú puedes ponerla a caldo, pero que nadie más se atreva en tu presencia. Bueno, pues es bastante probable que hasta le haga bromas de este tipo cuando llegue el momento de "tú no eres mi madre", que llegará, de una forma u otra. El sentido del humor es síntoma de inteligencia, y por eso aspiro a que tenga todo tan claro y nuestra unión sea tan fuerte como para poder ver ese monólogo juntos y reírnos. Si no podemos tratar su adopción tranquilamente hasta el punto de frivolizar con ella quizá no tengamos la confianza deseada y deseable.
Yo soy la primera que me río de mis dramas particulares. He aprendido a encontrar chistosas algunas situaciones en las que me ha puesto la infertilidad. Cómo si no superar ciertas cosas, Dios mío.
No tiene nada pero nada que ver con todo lo que he sufrido hasta que he llegado a mi hijo. Ni todo lo que ha pasado mi niño hasta encontrar una familia. Nada.
Bien que nos reímos cuando el monólogo es de sexo, muerte, o infidelidades, qué sé yo. Es lo mismo. Y dicho sea de paso, quien escribió éste parece estar cercano a la adopción, desde luego es bastante concreto en ciertos aspectos. Quizá es su particular catarsis, quién sabe.
Un tío de Jorge que se ha quedado paralítico recientemente con mi edad por una caída contesta con sorna cuando se le pregunta sin mala fe "qué tal andas". Me parece reduccionista creer que Morgade o quien sea haya escrito ese guión para ofender.
NO MORE DRAMA.
Si estamos desenredando el hilo no enredemos, no nos quedemos en lo "fácil". Ayudemos a nuestros amadísimos y esperadísimos hijos a ser tan grandes personas que sepan discernir entre el zopenco de turno al que sí se le debe parar los pies y apiadarse de su pobreza de espíritu, y lo que es simple, llana y benditamente humor.
No por permitirnos la licencia de esbozar una sonrisa al oír un chiste -o pronunciarlo- sobre la manera en que llegaron nuestras vidas despreciamos sus historias, ni a ellos. Más bien acortamos ese cordón que milagrosamente nos hizo al fin encontrarnos.
Jorge, cariño mío, vienes sin garantía, pero te garantizo que no pienso -hagas lo que hagas- descambiarte.