Como intuía, se me olvidaron todos los males en nuestra escapada.
Alsacia es un cuento. Solamente nos ha dado tiempo a ver Colmar, pero me ha bastado para confirmarlo.
Aterrizamos en el Euroairport, un aeropuerto en el que según por la puerta que salgas, estarás en Suiza, Francia o Alemania. Nosotros salimos por la Suiza, y en 20 minutos de autobús gratuito por estar alojados en hotel, llegamos a Basilea.
El vuelo aquí era muuuuucho más barato que a Estrasburgo, capital alsaciana (y de donde realmente vienen las cigüeñas con los niños, recordad). Basel, para los suizos, o Bâle, para los franceses, es una ciudad pequeña que se ve fácilmente en un día, y mejor no estar mucho más, ¡que es todo carísimo!
El sábado lo pasamos entero en Colmar, a la que se llega en cuarenta y pocos minutos de tren. En un día te da tiempo a verla y disfrutar de sus mercados navideños, combatiendo el frío con el típico vino caliente.
Aquí una representación de nuestro viaje a través de los pocos souvenirs que hemos traído: por la parte Suiza, unos francos, moneda oficial, chocolate (mmm!), y una mini bola de Navidad de la tienda de Johann Wanner, líder del mercado de los adornos navideños de vidrio soplado pintados a mano. Le compran para su árbol la reina de Inglaterra, el Vaticano y Michelle Obama, ahí es na. Yo sólo pude comprarme esa minibola, tal era el precio (las había de 24 francos, 45...), pero bueno, mi abeto de plástico este año tendrá un poquito más de caché. :)
Por la parte francesa, euros, cosas con la cigüeña, claro, y más adornos navideños, que allí ahora es lo más característico. Eso sí que forma de pretzel típico (al estar en medio de todo, te encuentras gastronomía de las tierras con las que linda), de copo de nieve, porque hay una humedad que hace el frío se te meta hasta en el pensamiento, y un ¡globo con Papá Noel! La euforia no es por Santa Claus, sino por el globo. Me encantan los globos, así que cuando vi este adorno para el árbol me tiré en plancha a por él!
Iba saliendo todo a pedir de boca, nada en consonancia con mi habitual mala suerte, y oye, qué agradable es! Por ejemplo, paseábamos buscando la "Pequeña Venecia" cuando nos topamos con ella justo unos minutos antes de las 5 de la tarde, pudiendo coger sitio para ver al coro de niños. Fue muy tierno, porque no son grandes cantantes ni tocan muy bien los instrumentos, incluso a uno le hicieron repetir, pero eso era lo simpático, que se trataba de los niños del pueblín muertos de la vergüenza. Otra estampa preciosa.
Y mirases donde mirases, cigüeñas. Nos hemos reconciliado con ellas, y hasta nos hemos traído alguna para "Bienve", no en vano al sentirnos caminando por un lugar de cuento, me vino a la cabeza una de las máximas de la escritura de guiones: no le pongas las cosas fáciles a tu héroe.
Es gracioso que yo que aspiro a escribir un peliculón, me cueste tanto aceptar las peripecias a las que se ven sometidas los personajes. Muchas noches viendo series sufro porque vivo un momento en el que me gustaría ver cosas fáciles, donde todo son besos y felicidad, y claro, él, con muy bien criterio, me dice desesperado "¡pero si no hay problemas, no hay serie!" Yo refunfuño porque aunque sé que al final me aburriría ver una historia plana, a veces las secuencias de felicidad duran muy poco.
La cuestión es que me he reconciliado con las cigüeñas, aunque a mí no me hayan traído nada, y con mi cuento, y es que ahora estamos en un pasaje de aventuras, totalmente necesario para que el relato avance. Así que, vivamos las peripecias que nos toquen sin olvidarnos de que somos los héroes de nuestra historia.
Haceos un jueves único que, por cierto, lo es.
Es preciosooooo!! Como de cuento...
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